Sobre delfines y tortugas

Geoffrey Cannock, socio de APOYO Consultoría y líder de la unidad de Consultoría Económica, reflexiona sobre el balance necesario entre la conservación del medio ambiente y el aprovechamiento de recursos naturales, en su artículo publicado en el diario Gestión.

En estos días de cuarentena se han reportado una significativa mayor presencia de aves marinas, delfines, y hasta tortugas en la playa La Herradura y a lo largo de la Costa Verde. Ello ha generado un agradable bienestar por el importante valor ambiental generado tanto al disfrutar del paisaje como por la mayor diversidad de especies.

Se ha atribuido este sorprendente resurgimiento de alguna manera a la cuarentena al haber disminuido la actividad humana en la zona.  Es de esperar que en algo haya contribuido la menor actividad de la pesca artesanal en la bahía de Chorrillos, y hasta la menor afluencia de los tablistas. Pero difícilmente ello podría explicar la súbdita y gran presencia de estas especies en tan corto tiempo.

Es posible identificar e investigar algunos otros factores que podrían explicarlo mejor. Uno de ellos es la concesión del tratamiento de aguas servidas en La Chira.  Esta concesión, que inició operaciones en el año 2016, ha permitido disminuir la contaminación y ha mejorado la calidad de agua del mar en la zona. Así, en las playas de Chorrillos se ha disminuido el número de coliformes fecales en más del 90%. En el 2011 la tercera parte de las playas de Lima eran inaceptables desde el punto de vista microbiológico. Hoy día prácticamente todas son aceptables.

Las acciones del Servicio Nacional de Forestal y Fauna para disminuir la pesca incidental de estas especies a través de capacitación a pescadores y el empleo de mejores redes por parte de la flota artesanal también habrían sumado.

Por otro lado, la reforma en el sector pesquero en el 2008 que introdujo las cuotas individuales por embarcación de la pesquería de la anchoveta ha reducido notablemente el esfuerzo pesquero. Al ser la anchoveta la principal especie en la cadena alimenticia de peces y animales marinos, ello habría redundado en una mayor población de otras especies. La reforma eliminó el incentivo de capturar lo máximo en el menor tiempo posible. Antes de la reforma, toda la cuota de la temporada se capturaba en solo 20 días. Actualmente la duración es de unos setenta días lo cual ayuda a la sostenibilidad de las especies relacionadas. La producción de guano de islas, una aproximación a la población de aves guaneras ha aumentado gradualmente en un 80% en los últimos 10 años; mientras que el desembarque y consumo de pescado fresco ha subido en 100,000 TM, un tercio del nivel de hace una década.

Asimismo, la cuota de la anchoveta de la zona centro-norte del país para la producción industrial ha venido decreciendo en los últimos años. La cuota por temporada hoy es en promedio un millón de TM menor respecto a la década de los 2000.  Ello también habría contribuido a la mayor presencia de estas especies. Si es así, se estaría logrando lo que algunos postulan como un manejo “ecosistémico” de la principal pesquería del país.  Es decir, el aprovechamiento del recurso natural, pero conservando la diversidad biológica. Sin embargo, esta disminución en la cuota global ha tenido un costo, aproximadamente 0.2 % del PBI anual, unos US$ 450 millones anuales, lo cual no es trivial. La propia FAO, organismo internacional que promueve una buena gestión en la pesca, menciona que es necesario evaluar los efectos económicos y sociales.  Habría que preguntarse si el valor ambiental de la recreación por parte de los de los que admiran el paisaje compensan ese costo.

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