“Se requiere pasar de los gestos a la gestión, con todo lo que ello implica. Sin cambios, cualquier esfuerzo de reactivación del MEF estará condenado al fracaso”.
La proyección del Banco Mundial de una caída del 12% del PBI del Perú para este año ha hecho tomar conciencia respecto del inmenso daño a la economía generado, no sólo por la pandemia, sino también por la estrategia adoptada para combatirla. Las cifras no debería causar sorpresa -la mayoría de analistas locales y estimaba contracciones superiores al 14%-,pero sí debemos saber que seremos el país más golpeado de América Latina y uno de los tres con mayor caída en el mundo (junto con economías muy pequeñas, como BeliCómo ce y Maldivas). Parece que al interior del Gobierno se ha reaccionado y se están estudiando medidas para reactivar nuestra devastada economía. Sin embargo, si no hay un cambio de chip en el más alto nivel político, es poco lo que podrá hacer el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) para evitar una recesión de esa magnitud.
Se sabía que una pandemia como ésta tendría un impacto muy negativo en nuestra economía, pues a diferencia de otras crisis (como la financiera del 2008), esta generaría disrupciones en la actividad productiva por la necesidad de priorizar al frente sanitario. En el 2008, como se recordará, fuimos uno de los países menos afectados y uno de los que más rápido y fuerte rebotó en la región. Pero la naturaleza distinta de la crisis actual no es suficiente para explicar la hecatombe generada en nuestra economía. Su caída supera a la economía con estados más débiles y disfuncionales que el nuestro, con sistemas de salud más precarios, con situaciones fiscales y stock de reservas internacionales mucho más frágiles, con menor fortaleza en sus sistemas financieros y con aparatos productivos menos desarrollados. Estar entre los tres peores del mundo en gestión económica durante la pandemia -pues eso dicen las proyecciones del Banco Mundial- es un reflejo de que algo hemos hecho muy mal, que hemos sufrido un costo económico mayor al que correspondía a un país como el nuestro, peor aún, si ni siquiera hemos tenido éxito en el frente sanitario.
Es evidente que se requieren cambios de rostros y de políticas. Los buenos ministros suelen ser políticos hábiles, tecnócratas respetados o buenos gestores. Hoy se carece de ministros que cumplan con alguno de estos perfiles en carteras sectoriales relevantes para nuestro aparato productivo. En la situación pre-pandemia, esta medianía produjo trabas y ralentizó el crecimiento económico. Hoy, sin embargo, ocasiona quiebras de empresas, desempleo, informalidad y pobreza. Ministros como el de Salud, Trabajo y Producción le deben una explicación al país por la destrucción de la mitad del empleo en Lima en estos meses (2,3 millones de trabajadores, la mayoría en pymes, empujados al desempleo y a la informalidad).
Es muy poco probable que se pueda acometer una reactivación económica si la reapertura de la actividad productiva se continúa administrando de forma tan deficiente como hasta ahora. El plan que se viene aplicando pareciera haberse inspirado en algún viejo texto de planificación económica de la Unión Soviética, donde burócratas van determinando qué y cuándo producir, y cómo vender. Muestra poco conocimiento de cómo funcionan las economía. Se llega al absurdo de pretender, por ejemplo, que pequeños comerciantes de galerías vendan de la noche a la mañana en canales online. Así, solo logran que estos, para sobrevivir, invadan la calle y generen aglomeraciones; precisamente lo que el pensamiento burocrático pretendía evitar. Ese plan refleja la postura burocrática e insensible a la realidad que prima en muchas carteras hoy.
Desde el MEF, se podrán diseñar muchas medidas orientadas a reactivar la economía, entre las que seguramente veremos varias tan repetidas en otros paquetes reactivadores que se han convertido en lugares comunes en esta última década (como el destrabe de proyectos emblemáticos y el shock de inversión pública). Las medidas anunciadas esta semana por el presidente Martín Vizcarra parecen más una declaración de ilusiones (construcción de 60.000 viviendas, creación de un millón de empleos), dada la capacidad de gestión que requieren tales esfuerzos.
El paquete reactivador resultará inútil o inaplicable si no se culmina eficazmente el proceso de reapertura del sector privado formal, incluyendo un ordenamiento de los mecanismos de fiscalización. Es absurdo pretender reactivar cuando muchos no pueden producir. Para todo esto, resulta indispensable que los ministros con responsabilidad sectorial (Producción, Agricultura, Energía y Minas, Vivienda, Transportes y Comunicaciones, Turismo) sientan que su obligación es, respetando protocolos sanitarios sensatos, facilitar y promover la actividad productiva de sus sectores e impulsar esta agenda en el Gabinete y el interior de sus ministerios. Debieran ser conscientes, también, de que este objetivo requiere de un fluido e indispensable diálogo con el sector privado, dejando de lado prejuicios que tanto daño han hecho en estos últimos tiempos .
La reactivación también requiere de un primer ministro que haga política. El actual debería aplicar el mismo entusiasmo que mostró cuando se desempeñaba como titular de Justicia para cerrar el Congreso, para realizar ahora un trabajo político de acercamiento al Legislativo y de construcción de relaciones con bancadas y congresistas que se constituyan en interlocutores del Ejecutivo. No lo ha hecho. Sí, como ya algunos analistas ya lo han sugerido, no hay cambios a este nivel, el aluvión populista continuará creciendo, y el daño a las estructuras de nuestra economía también.
Los mejores momentos del presidente Vizcarra se han producido cuando lograba eficacia a través de gestos. Hoy, esto no basta. Se requiere pasar de los gestos a la gestión, con todo lo que ello implica. Para empezar, necesita contar con buenos gestores comprometidos con la reactivación, elementos escasos en su administración actual. Sin cambios, cualquier esfuerzo de reactivación del MEF estará condenado al fracaso.