Columna en Ojo Público
Hace unas semanas, el presidente Pedro Castillo Terrones mencionó al grupo nini —como se conoce a los jóvenes que no estudian ni trabajan— en su discurso ante el Congreso, e indicó que estos “deberán acudir al servicio militar”. El tema fue abordado en la sección “Rondas y Seguridad Ciudadana” de su mensaje, dando a entender que sería una política para mitigar la delincuencia. La propuesta acaba de ser ratificada por el ministro de Defensa, Walter Ayala Gonzales, quien plantea la posibilidad de que el servicio militar sea obligatorio para esta población.
Discursos de este tipo refuerzan las ideas más comúnmente relacionadas a los jóvenes que no estudian ni trabajan: que son unos “vagos” o “potenciales delincuentes”. Sin embargo, las razones que llevan a la gran mayoría de ninis a esa situación no son individuales ni antojadizas. Por el contrario, están ancladas a temas estructurales de precariedad laboral, pobreza y desigualdades de género, que quedan invisibilizadas por los prejuicios.
Si queremos encontrar una solución a la problemática de los ninis, primero hay que entender quiénes son y por qué se encuentran en una situación como esa. Con esta idea, hace tres años, cuatro investigadoras de GRADE desarrollamos el estudio “Más allá de los ninis: los jóvenes urbano-vulnerables en el Perú”. Dicha investigación nos permitió identificar que no son un grupo uniforme, sino jóvenes con características muy distintas; lo que plantea la necesidad de diferentes tipos de políticas para atenderlos.
Para empezar, más del 60 % de los jóvenes que “no estudian ni trabajan” son mujeres. De estas, el 70 % se dedica al trabajo doméstico. Es decir, al cuidado de niños y adultos mayores y labores del hogar. Al no ser remunerado, este tipo de trabajo no es contabilizado como empleo. Además, muchas de ellas son madres jóvenes; algo que, generalmente, está vinculado al embarazo adolescente y la interrupción de los estudios secundarios o superiores.
Difícilmente una política de servicio militar sería adecuada para atender a este grupo de mujeres, consideradas como ninis, a menos que se busque impulsar mayor participación femenina en las Fuerzas Armadas. Incluso si así fuera, esto tendría implicancias en las labores de cuidado: ¿Qué ocurrirá con los hogares y personas dependientes de estas mujeres? ¿Qué políticas de cuidado se propondrán en ese caso?
También están los jóvenes ninis que están buscando trabajo y no logran insertarse en empleos estables. La mayoría de ellos son mayores de 20 años y provienen de hogares de clase media y media-alta. Estos representan tan solo el 10 % de los jóvenes ninis, y requieren de políticas que los ayuden a transitar adecuadamente al trabajo formal. Esta problemática se suma a la naturaleza transitoria de muchos ninis, que entran y salen de empleos en un contexto de precariedad laboral, sin poder mantenerse en un puesto.
Luego, entre los jóvenes ninis, encontramos a los que actualmente no están buscando un empleo. ¿Será a ellos a quienes se refería el presidente Castillo Terrones en su discurso? Estos representan el 40 % de lo que se entiende como ninis y más de la mitad de estos jóvenes tienen entre 15 y 19 años.
En este caso también se podría cuestionar si la política de servicio militar sería la más adecuada o, en todo caso, podría enfocarse en reducir la interrupción de sus estudios y mitigar eventos fortuitos que los hayan llevado a esta condición. Del mismo modo, sería clave identificar las dificultades que enfrentan en la vida post escolar, como el costo de los estudios superiores, orientación vocacional, o en temas de salud mental.
Por otro lado, en un contexto como el peruano, donde la informalidad laboral alcanza al 70 % de la población económicamente activa y donde los jóvenes ingresan a un mercado laboral altamente precario, el indicador de ninis no incluye a los jóvenes que, si bien cuentan con algún trabajo, este no tiene las condiciones mínimas adecuadas. En el estudio mencionado, por ejemplo, identificamos que estos empleos —inestables, volátiles y de paga ínfima— no permiten a los jóvenes construir una trayectoria laboral que los proteja de potenciales eventos fortuitos (como alguna enfermedad), lo cual los mantiene en una situación de precariedad continua.
Este último aspecto también es crucial pues, si queremos discutir la vulnerabilidad de los jóvenes y políticas destinadas a este tema, debemos ampliar nuestro entendimiento de lo que implica esa vulnerabilidad en un contexto como el nuestro. En otras palabras, los jóvenes que tienen trabajos informales inestables y precarios también corren un alto riesgo de exclusión social.
Los ninis durante la pandemia
Es innegable el efecto negativo que ha tenido la pandemia en el aspecto laboral y educativo a nivel nacional. Para conocer su alcance, replicamos la metodología del estudio mencionado, esta vez con datos de 2019 y 2020. Así, identificamos que se ha registrado un incremento en la cantidad de jóvenes que componen cada uno de los cuatro grupos vulnerables (ver gráfico 1).
Asimismo, detectamos que, entre 2015 y 2020, se redujo la proporción de jóvenes que se encontraban estudiando o trabajando en condiciones adecuadas. Esto ha generado, a la vez, un incremento en la proporción de jóvenes en cada grupo de ninis, y la de jóvenes con empleos precarios (ver gráfico 2).
Entonces, los ninis y jóvenes con empleos precarios no eligen serlo, sino que se encuentran en trayectorias de vida vulnerables. Nuestro estudio de 2018 identificó múltiples factores que afectan su trayectoria y los llevan a esta situación. Entre ellos sobresalen la convivencia a temprana edad —que incrementa las probabilidades de las mujeres de quedar embarazadas, así como de ser ninis; y en el caso de los hombres, de ser trabajadores en condiciones precarias—.
La interrupción de los estudios secundarios es otro aspecto significativo, ya que corta el proceso de desarrollo de habilidades y tiene un peso en su desarrollo. Las razones detrás de esta interrupción suelen estar relacionadas con la necesidad de dedicar tiempo a actividades remuneradas de forma inmediata.
Como mencionan los investigadores Rafael de Hoyos, Halsey Rogers y Miguel Székely en un estudio del Banco Mundial sobre estos jóvenes, “la mayoría de los ninis hombres abandona la escuela secundaria no para jugar videojuegos o ver la televisión sino para ganar dinero”. Sin embargo, esos trabajos son de condiciones precarias e inestables, lo cual los mantiene en un estado de vulnerabilidad ante cualquier crisis económica, y no promueve su crecimiento profesional.
A los factores mencionados se suman, también, las enfermedades o lesiones que pueden sufrir los jóvenes —no contar con protección social, les impide trabajar o estudiar— y casos de enfermedad en su grupo familiar —algo que puede generar presiones económicas o responsabilidades de cuidado con impactos distintos por género—. Y, finalmente, la migración interna, que en ocasiones puede promover la interrupción de estudios y generar presiones para tomar empleos en el corto plazo, pero en condiciones precarias.
Asimismo, el estudio que realizamos en el 2018 encontró que las condiciones de seguridad y movilidad dentro del barrio afectan sus trayectorias de manera importante. A esto se suma que, muchas veces, el costo de oportunidad de continuar con la educación o tener ingresos en el corto plazo es muy alto. Así, las condiciones de los empleos que se ofrecen en el barrio pueden determinar incluso si estos jóvenes se insertan en la delincuencia.
En esta línea, los investigadores del Banco Mundial encontraron que, si bien en contextos de mayor criminalidad existe un vínculo entre la delincuencia y los ninis, en contextos de menor criminalidad ese vínculo desaparece. En otras palabras, no existe una relación unidireccional entre ninis y delincuencia. Esta asociación esconde lo que realmente existe detrás: pobreza, interrupción de estudios, precariedad laboral y falta de oportunidades laborales, entre otros.
¿Políticas públicas integrales para ninis?
Si queremos romper con el ciclo intergeneracional de la pobreza tenemos que tener un enfoque multidimensional del problema. Estos jóvenes se encuentran en un momento crucial de sus vidas. Sus decisiones -—que no son tan libres— de trabajo y estudio pueden determinar su desarrollo pleno o establecer una trayectoria precaria.
Entonces, ¿cuál es la solución de política pública? Para responder este interrogante es necesario entender qué determinantes y procesos del contexto llevan a los jóvenes a establecer estas trayectorias. Por más buenas intenciones que existan detrás de una política, esta no debería guiarse por estereotipos. Las consecuencias no deseadas de las políticas que no parten de un conocimiento profundo del tema, pueden ser tan nocivas como la problemática en sí misma. Por eso, es clave diseñar propuestas con un entendimiento cercano de lo que ocurre.
En ese sentido, las soluciones que el nuevo gobierno proponga para jóvenes ninis y en situación de precariedad laboral deben, en primer lugar, considerar que están abordando un conjunto de grupos con características y condiciones distintas, y no un grupo homogéneo y estático. Para eso, será clave incorporar sus voces desde la participación política y ciudadana, así como transversalizar el enfoque de juventudes en la gestión pública.
Espacios importantes para ello son, por ejemplo, los impulsados por la Secretaría Nacional de la Juventud (Senaju). Este organismo, dedicado a formular y proponer políticas de Estado para el sector, ha presentado recientemente una propuesta de reforma institucional necesaria para fortalecer sus capacidades a la hora de atender a las juventudes.
Asimismo, será fundamental entender las distintas causas que llevan a los jóvenes a insertarse en los circuitos de trabajo precario. En esta línea destaca la necesidad de plantear políticas que promuevan la generación de habilidades técnicas, así como prestar mayor atención al vínculo entre la educación secundaria y el mercado laboral. Y, en paralelo, realizar una reforma y ordenamiento de la educación superior —que no incluya únicamente universidades sino también institutos técnicos— y en el sector trabajo, con miras a que los jóvenes puedan tener una inserción estable en el mercado laboral.
Por otro lado, que el mayor porcentaje de ninis corresponda a mujeres es revelador: deja en evidencia la necesidad de cimentar el enfoque de género y, en particular, la educación sexual integral en la educación. También será importante comenzar a plantear este enfoque en el mercado laboral, para las mujeres que son madres y no logran conseguir un empleo remunerado por esta razón. Un primer paso en este sentido sería, por ejemplo, potenciar los servicios de cuidado diurno.
Como hemos visto, las condiciones y necesidades de los distintos tipos de nini son diversas y van más allá de una propuesta como la del servicio militar obligatorio. La pregunta es, ¿en qué se sostendrán las políticas para la juventud de este gobierno? ¿en base a prejuicios o a evidencia?