Efforts to promote the circular economy in Peru

Raúl Andrade, project manager of the Economic Consulting unit of APOYO Consultoría, examines the concept of the circular economy and its incorporation into the business models of companies that seek to be sustainable, in his article published today in Stakeholders magazine.

Artículo en la revista Stakeholders.

El concepto de economía circular está presente en la agenda de sostenibilidad desde hace varios años. Aunque su definición varía, pues se relaciona con ramas diversas como la ecología o los negocios, siempre hace referencia a la necesidad de extender la vida útil y el valor de los bienes finales y de los insumos usados para su producción (Blomsma y Brennan, 2017). Su nombre alude al cambio que se busca generar: pasar de modelos lineales de producción a modelos circulares. En los modelos lineales el ciclo de vida de un bien empieza con la obtención de insumos para su producción y termina cuando los consumidores usan el bien y lo desechan. Por el contrario, los modelos circulares incorporan mecanismos para que tanto el bien final como los insumos tengan más durabilidad y, finalizado su consumo, sean reutilizados en lugar de ser descartados. Esta “circularidad” permite el uso sostenible y eficiente de los recursos (Nussholz, 2017).

En una economía circular las empresas deben desarrollar modelos de negocios que incorporen la reparación, el reacondicionamiento, la remanufactura y el reciclaje de productos como parte de su propuesta de valor. Para ello, deben modificar sus cadenas de producción para incluir la recuperación de los bienes descartados, adoptar tecnologías para la reutilización de insumos, diseñar productos con horizontes de vida más largos, incluir servicios de mantenimiento como parte de la experiencia de compra, etc.

De acuerdo con el Centro de Innovación y Economía Circular (CIEC), Perú es uno de los países de Latinoamérica en donde el sector público ha implementado más iniciativas para promover la economía circular, solo superado por Chile. De hecho, la Política Nacional de Competitividad y Productividad plantea brindar incentivos para la adopción de modelos circulares a través de dos instrumentos: Hojas de Ruta, que orientan el tránsito hacia la economía circular en determinados sectores, y Acuerdos de Producción Limpia (APL), que recogen compromisos de empresas individuales para adoptar modelos circulares de producción.

En 2020, por ejemplo, se publicó la hoja de ruta para el sector industrial. Esta incluye cuatro objetivos: avanzar hacia una producción industrial sostenible, promover el consumo sostenible, transitar hacia una gestión circular de residuos industriales, y fomentar la innovación y el financiamiento para adoptar prácticas circulares. Incluye también propuestas para lograr esos objetivos, como el uso de un signo distintivo de economía circular que diferencie a los bienes producidos con este enfoque, la elaboración de normas técnicas para minimizar el impacto ambiental de empaques y envases, la implementación de estrategias de comunicación para fomentar el consumo sostenible, la formalización de recicladores, entre otras iniciativas.

A través de los APL, por otro lado, las empresas se comprometen a seleccionar insumos con bajo impacto ambiental, incorporar material reciclado en sus procesos productivos, minimizar los residuos sólidos, adoptar prácticas de recuperación y reutilización de materiales, entre otros. El APL firmado por Coca Cola y Arca Continental Lindley en 2018, por ejemplo, incluye acciones relacionadas con la incorporación de material reciclado en los envases de plástico, implementar mecanismos para el retorno de los envases de vidrio, realizar alianzas para facilitar el reciclaje de botellas de plástico, entre otros. Otras empresas como, Backus y Aceros Arequipa también tienen acuerdos firmados.

Según las Naciones Unidas, a nivel agregado, la adopción de modelos circulares permitiría reducir en 80% los desechos industriales, así como el 79% de sus emisiones de gases de efecto invernadero. Para lograrlo, se debe avanzar no solo en el desarrollo de nuevos modelos de negocio, también en la generación de tecnologías y capacidades, lo que requiere una articulación adecuada entre empresas de distinto tamaño, gobierno y academia.

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